El pasado 7 de septiembre hicimos una excursión a la Ribeira Sacra, con la colaboración del Concello de Vigo.

Este mes de septiembre me ha tocado organizar un recorrido por la Ribeira Sacra.
Sobre el plano, hice el correspondiente itinerario. Salida de Vigo hacia Ferreira de Pantón, con visita al Monasterio de las Bernardas (único de Galicia en el que todavía habitan monjas). Segunda parada en el pueblo de Monforte para conocer sus lugares de mayor interés, seguir luego al restaurante para la comida y, posteriormente, al embarcadero del catamarán. Como es habitual, pasé el itinerario, con los tiempos y los recorridos controlados, a la empresa de autobuses, para que el chofer trazase la ruta a
seguir.
Todo muy sencillo, salvo que la empresa confundió los monasterios. Comentamos con el chofer que estábamos tardando mas tiempo del previsto y el nos aseguró que íbamos bien. Hasta que llegamos al monasterio y no era el nuestro. Nos llevó al de Ferreira de Pallarés. Pero como dice el refrán “no hay bien que por mal no venga” y no lamentamos el error. Este monasterio está ubicado en una aldea muy pequeña (10 habitantes), con casas construidas de pizarras mal fraccionadas y losas de poco espesor, rodeada de bosques autóctonos. Después supe que por allí pasaba la Vía XIX romana de la que queda un puente llamado Ponte Cabalar, sobre el río de Ferreira.
Este monacato fue fundado en el S IX, posteriormente se adhirió a la Regla Benedictina, y gracias a donaciones de nobles y reyes alcanzó su mayor riqueza a partir del S XII.
Con los Reyes Católicos pasó a depender del Monasterio de Samos hasta la desamortización, que trajo el abandono de tantos otros edificios religiosos, sufriendo un lento proceso de degradación. No así la iglesia que permaneció como templo parroquial, de la que podemos contemplar el ábside románico semicircular y las puertas. La principal muy trabajada, con tres arquivoltas y capiteles con motivos
vegetales y protegida por un pórtico. Es un magnífico ejemplo del románico ruralgallego.
No pudimos ver el interior ya que habitualmente permanece cerrada y hay que contactar con un vecino depositario de las llaves. Por los paneles informativos del
exterior supe que el presbiterio conserva las pinturas originales y está cerrado con una magnifica reja procedente de Samos. Se están realizando obras de restauración por lo
que será interesante volver en otro momento.
Muy cerca de la iglesia nos llamó la atención una fuente antigua que llaman la Fuente del Santo y cuya pila es un sarcófago antropomorfo. En el centro de una placita un
viejo crucero nos invita a hacernos unas fotos sentadas en sus escalones.
Después de esta visita volvemos a retomar nuestro itinerario, aunque con retraso.
Nuestra siguiente parada es en Monforte de Lemos. Durante el trayecto les di, a las viajeras, unas pinceladas sobre la historia y monumentos de esta ciudad. Al llegar
tuvimos hora y media libre para que cada una hiciese las visitas que quisiesen: las antiguas murallas, el barrio judío, el Colegio de Santa María la Antigua…y para las que
tienen más energía subir hasta el castillo, actual Parador.
Pero lo primero es tomar un café, que llevábamos toda la mañana a seco. Cumplidas las necesidades materiales, unas cuantas viajeras nos acercamos a contemplar la magnifica fabrica, de estilo herreriano, que albergó el Colegio de Santa María la Antigua. En su frontispicio una inscripción dice: «Rodrigo de Castro Cardenal Arzobispo de Sevilla, dona a la Compañía de Jesús, para uso de la juventud, templo y colegio consagrados a la Virgen María”. Fue fundado en 1593, bajo el patrocinio de este personaje, último gran príncipe eclesiástico del Renacimiento. Su interior guarda muchas joyas, como el retablo de la iglesia (de Francisco de Moure), la estatua del fundador (de Juan de Bolonia), un Cristo de mármol donado por Felipe II, y una pinacoteca en la que destacan varios cuadros del Greco y de Andrea del Sarto.
Es la hora de comer y nos esperan en el “Restaurante Lelo”, al otro lado del rio Sil.
Cogemos el autobús para llegar hasta allí. Pero este trayecto es una sucesión de curvas descendentes, por una carretera de dos carriles, a través de los viñedos. Y, allá abajo, muy abajo, el rio. Pocos kilómetros, pero con el alma en vilo. Si da miedo la bajada, la subida es peor.
Todo quedó compensado por un tranquilo paseo en catamarán, en una tarde luz fantástica, entre sol y nubes. Desde el barco vemos en una ladera los viñedos, en “socalcos” característicos de esta zona, casi verticales, contemplados desde abajo y donde algunos vendimiadores recogen las primeras uvas de esta temporada. Y en otra, las grandes rocas erosionadas por los vientos y el agua, que se prestan a que
imaginemos figuras fantasmagóricas vigilantes del rio. O pensar que se van a resquebrajar y caer. En la ribera, un viejo embarcadero que utilizaban para trasladar personas y mercancías entre ambas orillas. Un paisaje muy hermoso del que disfrutamos intensamente, recordando a los romanos que también habían cultivado aquellos viñedos, los monjes que se asentaron en los numerosos monasterios del entorno, los señores feudales que disputaban su poder con los abades, la
desamortización, que llevó al abandono tantas construcciones monacales, y a los escritores que como Dolores Redondo y Xabier Quiroga han añadido la Ribeira Sacra a las rutas literarias.
Luz Iglesias- septiembre 2024